Pablo Gómez Molina es una revelación tardía, un músico curtido y experimentado que llevaba dos décadas en la retaguardia sin hacernos partícipes de las muchas y grandes canciones propias que iban amontonándose en su cajonera.
Hijo de madrileño y andaluza, percusionista flamenco para luminarias como Rosalía o la cordobesa María José Llergo, Pablo ha encontrado en Como ateo en el amor una válvula de escape.
Del Mediterráneo a Latinoamérica con escalas en todos los confines del rock fronterizo Gomez Molina va diseccionando todas las caras del amor, se le notan la sapiencia y también las heridas, esas cicatrices que jalonan sin remedio el camino de la vida.